Sunday, March 12, 2006

“La democracia actual desde la perspectiva marxista”
Escrito por: Constanza Zambrano G.

Agosto 2005

La época contemporánea se caracteriza por un creciente proceso de globalización, por medio del cual no sólo las relaciones económicas se han expandido alrededor del mundo, sino también distintos conceptos que rigen el orden político y social. Uno de éstos es la noción de democracia; al parecer, ya casi no existen dudas que un régimen democrático es la mejor forma de gobierno que garantiza el cumplimiento de los derechos fundamentales del individuo.

Sin embargo, ¿Es posible, según las condiciones económicas y sociales en las que nos desenvolvemos, hablar de un sistema democrático puro? Creemos que la respuesta es negativa y dar los argumentos necesarios para llegar a esta conclusión será el objetivo del presente ensayo. Para esto, utilizaremos la interpretación que desarrolla Karl Marx de las ideologías, describiendo y tomando su propia teoría para poder analizar el actual sistema capitalista. Después de describir éste último, identificaremos las consecuencias que se han producido en el individuo al estar inserto en este tipo de sociedad. Y así, a través de este análisis, y tras definir la democracia dando énfasis a los principios de igualdad y sobre todo de libertad, podremos llegar finalmente a la hipótesis antes señalada.

Una ideología puede definirse como un conjunto de ideas que son características de una doctrina, la cual está estrechamente relacionada con los intereses del grupo social que la forma, siendo entonces, una visión parcial para analizar la sociedad. Así, para Karl Marx la ideología tiene una connotación negativa ya que ésta “...es pensamiento distorsionado acerca de la sociedad, que oculta ciertos aspectos de la realidad de ésta en beneficio de la clase dominante (...) la clase dueña del capital”[1] Ahora bien, para comprender la visión de Marx con respecto a la ideología, es necesario comprender su propia teoría.

Karl Marx distingue tres factores que han estado presente en toda la historia humana, estos se refieren, en primera instancia, a que el hombre requiere satisfacer sus necesidades básicas, por lo que crea un sistema de producción de vida material; en segundo lugar y luego de satisfacer las primeras necesidades, surgen otras nuevas; y por último, en un primer nivel, la familia es la única forma de relación social, pero al multiplicarse se van creando nuevas necesidades que precisan ser satisfechas, y la familia pasa a ser una relación secundaria que debe supeditarse a un conjunto de normas existentes. De estos tres hechos históricos se desprende, el argumento principal de Marx, según el cual las relaciones de los medios y modos de producción de los individuos van determinando qué ideas prevalecerán en una época dada, por las cuales se guiarán las personas, a razón de las condiciones materiales de existencia, estando así todos los aspectos de la vida humana, en su amplia complejidad, regidos por una base económica.

Ahora bien, siguiendo con las tres “etapas” de la historia propuestas, a medida que la sociedad se va complejizando y surgen nuevas necesidades, empieza a desarrollarse la división del trabajo, la cual es acompañada por una distribución desigual tanto de la misma labor como del producto de ésta; junto con esto, se crea una contrariedad entre el interés particular y el interés común, por lo que el orden político encargado de velar por éste último se presenta ante los individuos como un poder ajeno, surgido de la cooperación de ellos, la cual no fue voluntaria, sino provocada por una división natural del trabajo. Es así, como las personas viven un proceso de reificación, según el cual “lo que guía al trabajo de fabricación está al margen del fabricante y precede al verdadero proceso de trabajo (...) La cosa fabricada es un producto final en el doble sentido de que el proceso de producción termina ahí (“el proceso desaparece en el producto” dice Marx) y de que sólo es un medio para producir este fin”[2] Así, el individuo se convierten en un producto que se transa en el mercado del trabajo, donde ni el producto de su trabajo le pertenece, estando bajo la dominación tanto intelectual como espiritual de la clase dirigente, es decir la clase dueña del capital.

Al observar la tesis de Marx y a pesar de los años que nos separan, es posible distinguir ciertos rasgos que nos permitirán analizar la sociedad actual basada en un sistema capitalista, el cual, tomando la descripción de David Harvey[3], ha vivido un proceso de transformación, desde el capitalismo moderno, descrito por Marx, al sistema de acumulación flexible; sin embargo, ambos se han caracterizado por la acumulación del capital y sus periodos de crisis. Este último “tipo” de capitalismo puede distinguirse por defender la flexibilidad en los procesos laborales, en los mercados de mano de obra, en los productos y en las pautas de consumo; por la explosión del empleo en el sector de servicios; por un debilitamiento del poder sindical, dejando a los empleadores la capacidad de ejercer presiones sobre los trabajadores, debido a la flexibilidad y movilidad laboral; por la introducción de nuevas tecnologías que permiten que grandes empresas puedan acceder a nuevos nichos de mercado e innovar constantemente en los productos, lo que ha provocado la desaparición de pequeñas empresas; y por último, no es posible dejar de mencionar, el “virtual” quiebre de las barreras territoriales, dando paso a un proceso de globalización en que todas las pautas sociales y económicas, son “aceptadas” por la mayoría de los países, exceptuando, por supuesto, aquellos con economías centralmente planificadas.

En síntesis, podemos señalar que este capitalismo tardío, en términos habermasianos, continúa con la maximización de la ganancia de los poseedores del capital – cada vez más centralizados y conformando oligopolios-; la alienación del proletariado es aún mayor, fomentada por la flexibilización laboral, lo que no permite a los trabajadores adoptar una conciencia colectiva de clase; las tendencias de progreso determinan, una religión que se ha sumido en una secularización de la vida social y la cosificación de ésta junto a la institucionalización de nuevos referentes marcados principalmente por el consumo; en fin todos estos factores crean en su conjunto un panorama en el que observamos cómo cierto tipo de Estado se subyuga a los medios de producción liberalizando y privatizando todo lo que esté a su alcance. Entonces podemos citar que “...las distorsiones de la vida moderna pueden retrotraerse a procesos de racionalización (...) no a la racionalización como tal, sino a la peculiar naturaleza de la modernización capitalista...”[4]

Pero detengámonos un instante en las consecuencias que provoca en el individuo este proceso, tomando como referencia lo postulado por Erich Fromm: “Como todas las demás orientaciones del carácter, la acumulativa tiene aspectos positivos y negativos [...] Los negativos son: falta de imaginación, mezquindad, desconfianza, frialdad, avidez, obstinación, obsesividad y afán de posesión [...] En el siglo XX [...] casi existen exclusivamente los aspectos negativos.”[5] El mismo autor, por otra parte, afirma que debido al sistema económico imperante, las personas se sienten aisladas e impotentes, por lo que acuden a mecanismos de evasión para superar su inseguridad como individuo aislado. Uno de éstos es avanzar hacia una “libertad positiva” conectándose con el mundo exterior a través del amor y el trabajo sin despojarse de su independencia e integridad. Por el contrario, el individuo puede adoptar un carácter compulsivo y abandonar su libertad para tratar de adaptarse a la sociedad y así romper las barreras entre su personalidad individual y el mundo. A través de este último camino, el individuo se transforma en un autómata y pierde su yo, aunque, por otra parte, él se piensa como libre y sujeto a su propia determinación.[6]

Al parecer, el diagnóstico de Fromm, no dista demasiado de nuestra realidad contemporánea, es así como es posible observar como muchas personas están absolutamente obsesionadas con sus trabajos, y no precisamente por una superación personal, sino más bien como un medio que les ayudará al consumo, otro elemento de enajenación actual.

Volvamos al objetivo de este ensayo resumiendo cual ha sido la metodología llevada a cabo y las conclusiones que se han extraído. Al analizar la visión sobre las ideologías de Marx, para quien éstas tienen una connotación negativa, debido a que son distorsionadoras del pensamiento y sólo sirven para encubrir los intereses de la clase dirigente, podemos observar que, en nuestra sociedad, son unos pocos los que determinan “lo que es bueno” para toda la comunidad, sobre todo a nivel internacional; por lo que las personas quedan ajenas a todo proceso de decisión, del cual es el mercado el que tiene el completo control. Luego, tras haber descrito las características de la sociedad capitalista actual, ésta última afirmación ha sido corroborada, pudiendo llegar a la conclusión que el sistema económico ha sobrepasado los límites de los otros aspectos de la vida, tanto políticos como sociales. Tomando en cuenta, entonces, esta situación hemos descrito las repercusiones en el individuo, pudiendo deducir, que existe una falsa libertad; se piensa que el éxito del sistema capitalista es la concepción del hombre como individuo libre e igual, sin embargo, ésta noción, desde nuestro enfoque, dista bastante de la realidad. Entonces, cómo se enmarca un sistema democrático dentro de esta nueva sociedad.

“Por democracia ya no se entienden las condiciones en que todos los intereses legítimos pueden ser satisfechos mediante la realización del interés fundamental en la autodeterminación y la participación (...) no es más que (...) un regulador de intereses privados; esta democracia hace posible el bienestar sin libertad. La democracia ya no se asocia con la igualdad política en el sentido de una distribución igual del poder político (...) la igualdad política sólo significa ahora el derecho formal al acceso al poder con iguales posibilidades...”[7]


Es así como podemos definir que a pesar de las “supuestas” relaciones de igualdad y libertad que entrega el mercado, no es posible hablar de un sistema democrático puro basado en los principios de igualdad y libertad. Analicemos esto detalladamente.

Existen distintas interpretaciones del concepto de democracia, pero en general, todas coinciden en que es una forma de gobierno cuyas características más importantes son: la fuente de autoridad recae en el pueblo; debe proteger los derechos y libertades de los ciudadanos; sus objetivos son fomentar la igualdad, la justicia y la realización personal y; las autoridades son elegidas periódicamente.[8]Quizás es la teoría de la democracia liberal la que pone mayor énfasis en los principios de libertad e igualdad; este último se refiere a que nadie puede mandar a otros por su sola voluntad y según el primero todas las personas desean aislarse de voluntades ajenas y someterse a su propio interés.[9] Así, un orden democrático debe ser un espacio abierto público y con sistemas de control que sean manejados por la mayoría o por verdaderos representantes de ésta, es decir que cuente además con sistemas de elección que promuevan la igualdad de todas las personas de acceder a cargos públicos y no sólo a miembros de dos grandes bloques, como en al caso chileno y su sistema binominal. Por otra parte, y ante todo deber ser capaz de dar libertad a los individuos, protegiendo la diversidad dentro de él. Es aquí donde coincidimos con la definición de democracia que nos entrega Alain Touraine:

“La democracia es el régimen que reconoce a los individuos y a las colectividades como sujetos, es decir que los protege y los estimula en su voluntad de “vivir su vida”, de dar una unidad y un sentido a su experiencia vivida. De modo que los que limita el poder no es sólo un conjunto de reglas de procedimiento sino la voluntad positiva de incrementar la libertad de cada uno. La democracia es la subordinación de la organización social, y del poder político en particular, a un objetivo que no es social sino moral: la liberación de cada uno”[10]

A través de esta descripción y al observar la actual sociedad de mercado, donde todos los aspectos de la vida han sido invadidos por las relaciones económicas, en la cual las ganancias no se reparten de manera igualitaria, cuya “supuesta” libertad sólo existe para aquellos que puedan pagar y que además está gobernada por una élite, que no permite que otras personas participen en los procesos de decisión, podemos concluir que sólo existe una democracia a medias, que no reconoce al ser humano como un individuo independiente y libre, ni menos como un actor social, sino sólo como un homo economicus. Es por esto que creemos que para que un orden político se acerque aún más a una democracia pura es necesario crear espacios de discusión, ya que, sino es posible una democracia directa como la que se vivía en Atenas, sí es posible la participación de los individuos como lo propone Habermas: “un espacio de la opinión pública, sostenido por asociaciones, en el que pudieran poner por obra la práctica comunicativa de una formación de la opinión y la voluntad gobernada por la argumentación (...) una sociedad integrada a través de asociaciones en lugar de a través de mercado sería un orden político y, sin embargo, exento de dominio”[11] Ahora bien, uno de los obstáculos para lograr ésta realidad se refiere a que es necesario una sociedad solidaria, con visión de comunidad; activa, capaz de romper con el orden establecido; y bien informada que no esté dispuesta a dejarse convencer por unos pocos, quienes son los que al final imponen una ideología para justificar sus propios intereses y acciones. Así, al contrario de lo que plantea Marx, la vida no debe determinar la conciencia, sino la conciencia la que debe determinar la vida.

[1] Merino, Augusto (1987), “El concepto de ideología”, Editorial Universitaria, Santiago, Chile. Pag.26
[2] Arendt, Hanna (1998), “La condición humana”, Editorial Piados, Barcelona, España. Págs. 161 y 163
[3] Harvey, David (2004) “La Condición de la Posmodernidad”, Amorrortu editores, Buenos Aires, Argentina
[4] McCarthy, Thomas (Sin fecha) “Ideales e Ilusiones”, Editorial Tecnos Pág. 165. Refiriéndose a la visión de Habermas frente al proceso de racionalización instrumental.
[5] Fromm, Erich (1956) Psicoanalisis de la Sociedad Contemporánea Fondo de Cultura Económica México
[6] Fromm, Erich (1980) “El Miedo a la libertad”, Editorial Piadós, Barcelona, España

[7] Habermas, Jürgen (1998) “Problemas de legitimación en el capitalismo tardío” Amorrorrtu Editores, Buenos Aires, Argentina. Pág. 148
[8] Huntington, Samuel (1989) “El sobrio significado de la democracia” Revista de Estudios Públicos Nº33, Centro de Estudios Públicos, Santiago, Chile
[9] Squella, Agustín (1984) “Idea de la democracia en Kelsen” Revista de Estudios Públicos Nº13, Centro de Estudios Públicos, Santiago, Chile
[10] Touraine, Alain (1998) “Que es la democracia”, Fondo de cultura económica, Buenos Aires, Argentina. Pág. 274
[11] Habermas, Jürgen (1998) “Facticidad y Validez” Editorial Trotta, Madrid, España. Pág. 606

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